Italia, y Roma en concreto, se erigió en centro de la nueva arquitectura
barroca, que se caracterizó por la busqueda de moviemiento y dinamismo.
Los arquitectos, como Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini,
modificaron las plantas y las fachadas de los edificios, incorporando
líneas onduladas y sustituyendo las plantas de cruz latina o griegas por
otras más complejas de formas elípticas u ovales.
Este dinamismo también se acentuó mediante efectos de luz y sombra en
el interior, una exuberancia decorativa, que ornamentaba los muros y las
columnas (columnas salomónicas), y la elevación de impresionantes
cúpulas.Además de iglesias, también se construyeron edificios civiles
(palacios), fuentes y plazas de aspecto majestuoso.
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